10 de diciembre de 2010
CABLES Y PINS
Hay dos cosas de la vida moderna que me sacan especialmente de mis casillas, sin contar las arcadas que me provocan leer las noticias en los periódicos de España, pero eso es harina de otro costal:
Una, los cables. Vivo rodeado de cables: el de la batería de la blackberry, el portátil, el I-Pod, la cámara de fotos, etc., más todos los enchufes, que no son pocos, de las lámparas y electrodomésticos que hay en mi casa. Es un trajín cada vez que tengo que poner en marcha alguno de estos aparatos, además de flaco favor que le hacen a la armonía estética de mi hogar. Cuando ojeo las revistas, no veo cables por ningún lado, así que no entiendo porque en mi vida y en mi keli tienen que estar tan presentes.
Dos, los números pin. Ahora mismo tengo en marcha, así a bote pronto, entre doce y catorce números pin, desde la tarjeta de crédito a mi cuenta de PayPal. Muchos son el mismo, pero como cada servicio tiene sus propios criterios, a veces lo tengo que cambiar y aquí se arma el lío. Y la cosa no aminora, ya que cada vez que me doy de alta en algo, por absurdo que sea, tengo que pasar por el trámite del numerito.
Mientras algún lumbreras inventa una panacea que nos desligue del yugo tiránico de los cables y los pins, no estaría mal que el Congreso de los Diputados legalice de una vez por todas la marihuana y, de paso, pueda fumar tranquilo cada vez que me pongo de mala hostia porque se me ha olvidado un pin o no encuentro la batería del móvil. Lo digo por eso de que un clavo quita otro clavo.
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2 comentarios:
I love you.
Anónima
bello
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