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¿Hasta dónde hubiera llegado Aubrey Beardsley si no hubiese muerto tan joven? A los veinte años, este joven y excéntrico británico nacido en Brighton ya había revolucionado el mundo de la ilustración renovando, estilizando y escandalizando los moldes de la dirección de arte de las diferentes publicaciones y revistas en las que publicó. Su período creativo fue breve (apenas seis años) pero intenso y fructífero. En ese lustro de actividad creativa tuvo tiempo suficiente para hacerse con un lugar destacado en el olimpo del diseño gráfico. Sus obras, con claras influencias y guiños al art nouveau, al decadentismo, al arte tradicional japonés y a su conocido Edward Burne-Jones, azotaron la moral bienpensante y carcomida que lideraba la sociedad del cambio de siglo.
Sus dibujos, articulados en tres pilares fundamentales: lo grotesco, lo erótico (y pornográfico) y lo decante («Tengo una sola meta: lo grotesco. Si no soy grotesco, no soy nada.», declaró públicamente), enfatizan la libertad de la vida más mundana, de la que muchos participaban pero nadie se atrevía a admitir. El éxito sonoro y raudo de su obra se extendió como la pólvora en los círculos artísticos y editoriales de su época. Y desde entonces su legado no ha dejado de ser objeto de numerosas reivindicaciones. O dicho de otra manera, Beardsley nunca ha pasado de moda, nunca ha dejado de ser moderno e innovador.
Su relación con Oscar Wilde (ilustró su obra Salomé) y el círculo de agitadores y críticos de la moral victoriana bien se merece un biopic. O mejor aún, una ucronía literaria que explore y desarrolle lo que hubiera dado de sí la amistad entre el niño prodigio y el genial escritor si la tuberculosis no se hubiera llevado a Aubrey. O si Alfred Douglas no hubiese traicionado a Oscar.
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3 comentarios:
Te has equivocado: es Aubrey y no Audrey. Y Wilde dijo de Beardsley: "tiene una cara como un hacha de plata, y pelo verde hierba».
Me gusta, Pintón.
Rectificado, Zizi. Muchas gracias por cazar la errata.
me encanta.
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