25 de enero de 2011

YAYOI KUSAMA



Esta artista japonesa que apenas levanta metro y medio del suelo nació en un pueblo de Japón hace 82 años. Reconocible gracias al flejillo rojo (o azul) y los vestidos diseñados por ella (por no faltar reprimiré decir a que diseñadora española me recuerda), la octogenaria más transgresora del mundo de arte continúa a día de hoy incesante en su producción artística desde su estudio de Tokio. Apunten el nombre, porque la retrospectiva que viajará a museos de Madrid, París, Londres y Nueva York hacen que vayamos a tener Kusama hasta en la sopa.

Kusama tuvo una relación tormentosa con su madre, una mujer estricta y fría que proyectó todas sus frustraciones en su pequeña hija. Kusama empezó a aislarse y a imaginar universos paralelos en los que daba rienda suelta a sus fantasías y temores. Apuntaba maneras desde una edad muy temprana: los primeros dibujos que se conservan son de cuando tenía diez años. Lunares, flores y redes forman el corpus creativo de su etapa inicial que marcará para siempre su particular universo. Estos primeros dibujos, dotados de una garra y una agresividad inusual para una niña de su edad, coinciden con sus primeras alucinaciones y pensamientos destructivos que provocaron la ruptura irreconciliable con su madre, quien la dio por perdida.

En sus años de instituto descubrió las flores de Georga O´Keeffe e inició con ella una relación epistolar de la que poco se sabe hasta el momento. Animada por la artista americana y por su ímpetu de escapar de las garras de la tradición familiar japonesa, se marcha, como no podía ser de otra manera para una niña bien con inquietudes artísticas, a Nueva York. A los 29 años aterriza en Manhattan con unas cuantas acuarelas de gran tamaño bajo el brazo. O´Keeffe la introduce en el circuito artístico de la ciudad y rápidamente entabla amistad con Andy Warhol, Donald Judd o Bruce Nauman. Es en Nueva York donde se desarrolla plenamente como artista: forma parte del nacimiento de la cultura pop, es testigo directo del minimalismo y el expresionismo americano y participa en las primeras performances y happenings. Pero siempre desde la orilla y con una mirada diferente.



Su galaxia se llena de símbolos aparentemente naif y femeninos, que a base de ser repetidos obsesivamente acaban por descontextualizarse dejando entrever su polémica y provocadora personalidad. Los lunares, símbolo del espacio infinito, se convierten en su seña de identidad, lo que le vale el apodo de princesa de las Polka Dots. Son los años de la psicodelia en América, y Kusama experimenta con los ácidos, lo que le dejará secuelas importantes. A pesar del reconocimiento de sus compañeros de profesión y de la élite cultural, el éxito y la repercusión de su obra sigue siendo minoritario. Sufre entonces los primeros brotes esquizofrénicos, y se intenta suicidar en varias ocasiones, pero la cosa no pasa de sustos graves. Su obra se hace más interesante y profunda, e introduce conceptos claves en el mundo del arte contemporáneo como el reflejo a través de las paredes de cristal y la sexualidad femenina.



Incapaz de seguir volando sola con su enfermedad, decide regresar a Japón en 1973 y ponerse en manos de especialistas. Desde entonces, vive en un hospital psiquiátrico en Tokio, lo que no le ha impedido seguir desarrollando su carrera y llevar un estudio (al lado del centro donde se encuentra) de producción importante. Su campo de batalla no parece tener límites: ha escrito poemas y novelas, diseñado vestuario y rodado sus propias películas.

Ha repetido en varias entrevistas que el arte le salvó la vida y que la pulsión creadora le ha dado las fuerzas necesarias para seguir viviendo. “Si no hubiese hecho arte, me hubiera suicidado hace mucho tiempo” es su declaración existencial.
Kusama se ha convertido en un fenómeno cultural y comercial en su país, donde licencia todo tipo de piezas con sus diseños: llaveros, playeras, tazas, pañuelos, estampitas, galletas, bolsas, calcetines o móbiles.

P.D.: Superchunk, una de las bandas de referencia del Indie americano, le dedicó una canción, Art Class (song for Yayoi Kusama).

6 comentarios:

Zizi Carlos Jeanmaire dijo...

gracias, Pintón.

Bruna Zeller B.A. dijo...

Me encanta tu blog. Aprendo con E.R.P.

Bruna Zeller - Buenos Aires

Anónimo dijo...

mi tu.
Gracias.

Anónimo dijo...

que japona

Anónimo dijo...

impresionante

Anónimo dijo...

este blog es mi blog.