
Así debería ser el buen editor en el siglo XXI:
Un buen editor sabe puntuar, además de entender en todo momento lo que está leyendo. Esto que parece una perogrullada, no lo es, es más, supone la base científica de su trabajo.
Un buen editor es contemporáneo a todo lo que está pasando y debe asumir y participar de los cambios generacionales, nunca debe quedarse atrás. Libro electrónico, descarga de libros en la web, nuevos soportes… son bien acogidos.
Un buen editor tiene que tener criterio, tomar decisiones rápidas y saber defender su postura hasta el final sin achantarse ante nadie.
Un buen editor utiliza las nuevas plataformas y herramientas que le proporciona internet y la web 2.0 para comunicarse y promocionarse.
Un buen editor está al tanto de todo, no sólo de lo que pasa con los libros; el buen editor se interesa por otros campos, arte, moda, música… en otras palabras, un editor es una esponja y chupóptero profesional que sabe de todo un poco y quiere estar al día.
Un buen editor interviene en el título (siempre aconsejara el singular al plural) y en el final de la historia.
Un buen editor es de buen comer y beber, conoce lo importante que es “hacer la mesa” y siempre invita a sus autores. Por al mismo tiempo, no solo sabe comportarse en la mesa, sino que sabe bailar en la pista de baile.
Un buen editor aconseja a sus escritores qué camisa y zapatos deben llevar en cada una de sus apariciones públicas. Y, aunque parezca que no, debe tener buen gusto para vestir.
Un buen editor contemporáneo nunca da el coñazo sobre su trabajo y no aburre a los comensales de una cena con sus batallitas profesionales. Sin embargo, sabe empezar el boca a boca para promocionar un libro.
Un buen editor sabe que el libro es un ser vivo que necesita de cuidado y atención especiales y que nunca hay dos libros iguales.
Un buen editor no sólo lee las cosas que edita o le llegan a su mesa, sabe desconectar y lucha contra la deformación profesional.
imagen via nikolay saveliev